miércoles, 31 de octubre de 2012

HUARIQUES

Aquellos espacios, casi familiares, populares, que sin mucha pompa en el ambiente, presentan un derroche de sabores de casa, elaborados al momento y de la manera más sencilla; los comensales no conoceríamos el origen de nuestros platos desde sus más primigenias sensaciones: aromas, tonalidades, sonidos, texturas y sabores son procesados, muy especialmente, en la intimidad de un huarique.
Cada barrio los tiene y se precia de ello. Lince, Surquillo, Magdalena, La Victoria, Rímac y Barranco, son sin duda los abanderados. Música, platillos sabrosos sin visos de parecer gourmet por ninguno de sus cuatro costados y la cocinera que se exhibe a vista y paciencia de los comensales, son los ingredientes principales en los huariques visitados.
Los huariques han tomado notoria presencia y han sido rescatados de su aletargamiento, gracias al boom de la gastronomía, que deberíamos mencionar cada vez menos, pues esto impone solo una etapa, y –sin dudarlo- la nuestra aspira a mucho más que ello.
Los sánguches, ceviches, chanfainitas y anticuchos, son los potajes favoritos para ser expendidos en un huarique. La mayoría de ellos son conocidos gracias a la costumbre de transmitirnos la noticia, el chisme o el “dato” de “boca en boca”; esto consolida su posicionamiento dentro del ambiente coloquial y familiar en el que se ubica cada uno de ellos.
La gastronomía peruana también se alimenta de costumbres y ello es corroborado en la importante misión que cumplen los huariques, como el lugar en donde se populariza su preparación, consumo y difusión. Con un huarique en cada barrio estaremos garantizando que nuestros platos sigan siendo alimento diario en nuestras mesas, en nuestras conversaciones y en ese permisible orgullo que los peruanos experimentamos.


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